¿Qué puede movilizar en un país a más de diez millones de personas? ¿Qué puede hacer que en una ciudad se reúnan 100.000 personas? No, no se trata de ninguna manifestación por los recortes en Sanidad, ni en Educación. Efectivamente, es el fútbol, pasión de multitudes, quien lo logra. Se ha convertido en el nuevo opio para el pueblo, que ve en el balón la mejor forma de olvidarse de los padres, aunque en muchas ocasiones, el fútbol se convierta en el principal problema.
El fútbol tiene muy poco que ver con el deporte: se ha convertido en un espectáculo internacional y un negocio mundial tan jugoso como opaco. Los círculos de los aficionados al fútbol no se caracterizan por un alto nivel de cultura y de inteligencia. Solo hay que comprobar algunas hinchadas. Además el fútbol ofrece la ocasión para muchos de fabricar un simulacro de patriotismo.
Ahora bien, podrá ser discutible que sea escandaloso o no los números que gane un futbolista, aunque luego como Cristiano ni lo declare, lo que no es discutible es que el futbol es un negocio, una «gran empresa» por llamarlo de alguna manera, y funciona, y mucho. Porque hay demanda, millones de aficionados, millones de espectadores en televisión y estadios, son los que hacen que se muevan esas cantidades de dinero, por lo que tanta gente es la responsable, para bien o para mal, de lo bien que le va al futbol.
Lo he podido comprobar desde que mi hijo el pequeño juega al fútbol. El día que tuve que comprarle unas botas y visité la web de Marians Sport, donde pude comprobar la cantidad de material que tienen. En estos momentos, los pequeños futbolistas son como los mayores. Lo principal es que los padres sepamos llevarles por el buen camino. Y es que peor que los niños, son esos padres que se piensan que tienen un Leo Messi en potencia. Así se pueden ver noticias de que los jugadores han agredido a los árbitros. Estos no son los valores que tenemos que aportar a nuestro futuro.
Cuestión de prioridades
No se usted, pero yo prefiero más profesores o médicos y menos Liga de Campeones, a eso me refiero con las prioridades. Pero claro, es dinero privado y las empresas no tienen ninguna obligación legal en invertir en lo que no quieren invertir, y así va el mundo como va. Al menos yo lo veo así, aunque cualquier opinión contraria es respetable. Eso sí, el hecho de que el Estado no reclame a los clubes el pago de las deudas millonarias que tienen con Hacienda y con la Seguridad Social, no me gusta nada. Además, reciben las subvenciones directas de ayuntamientos y comunidades autónomas a clubes. O todos o ninguno.
Con el fútbol estamos muy lejos del ideal de los Juegos Olímpicos de la Grecia antigua: el culto del esfuerzo gratuito. No es la primera vez que un país se colapsa en torno a la retransmisión de un partido de fútbol, mientras las calles permanecen vacías. Está claro que no se puede luchar contra ello.