A la primero, no nos percatamos de que a mi padre de setenta y cinco años de edad se le olvidaban las cosas. Pues, al ser mayor nos parecía incluso normal. Además, eran pequeños detalles: se le olvidaban las llaves, iba a la cocina a por algo y no se acordaba a por qué iba y cositas por el estilo… Con lo cual, no le dábamos mayor importancia hasta que un día nos llamaron del cuartel de la Guardia Civil para decirnos que habían recibido una llamada informándoles que habían encontrado a un anciano andando descalzo y perdido por las calles de la ciudad condal y que aquel hombre –según la documentación que llevaba– era nuestro padre… ¡Se nos cayó el cielo encima! Fuimos corriendo mis dos hermanas y yo hasta el cuartel y al ver la mirada absorta y triste de nuestro padre se nos estremeció el corazón y tuvimos la certidumbre –en aquel preciso momento– de que solo ya no podía quedarse, aunque fuera María la asistenta dos horitas cada día para prepararle la comida y arreglarle la casa.
De una manera u otra debíamos encontrar una solución. Pues, las tres trabajábamos y teníamos familia, y si de demencia senil se trataba –lo que temíamos– en nuestras casas no se podría quedar puesto que no disponíamos de los medios y conocimientos médicos necesarios para este tipo de enfermedad degenerativa. Preguntamos entonces a nuestros amigos y familiares si conocían un centro adecuado y especializado para este tipo de trastorno en el que nuestro querido padre estaría bien cuidado, a la vez que nos pusimos a buscar información en Internet. Visitamos unos cuantos centros, pero finalmente llegamos a la conclusión que el lugar idóneo para ello era la Residencia Benviure, un centro asistencial ubicado en Sant Boi de Llobregat (Barcelona), especializado en el tratamiento para la demencia senil y el apoyo a las familias que padecen esta enfermedad, que nos gustó mucho. Pues, no sólo disponían de las más modernas instalaciones, con todas las herramientas necesarias, sino también de un equipo multidisciplinar que contaba con facultativos de máxima solvencia. En efecto, más de noventa profesionales cualificados, entre los cuales se encontraban los mejores médicos y neuropsicólogos de Barcelona, conformaban dicho equipo y eran capaces de valorar de forma personalizada el tratamiento más adecuado para luchar contra el avance de la demencia senil de nuestro padre. Por ello, nos decantamos por dicha residencia.
¿Qué es la demencia senil?
La demencia se denomina a menudo de forma incorrecta como “senilidad” o “demencia senil”, al conectarla de forma inherente al envejecimiento del paciente. No obstante, y según la señora Sagrario Manzano, doctora y coordinadora del Grupo de Estudio de Conducta y Demencias de la Sociedad Española de Neurología, el termino “demencia senil” es erróneo, puesto que esta enfermedad puede afectar a personas de cualquier edad. Por otra parte, hay que saber que la enfermedad de Alzheimer representa entre el 60 y el 80 por ciento de los casos de demencia. Esta enfermedad puede afectar completa o parcialmente a dos o más capacidades del paciente, entre las que encontramos la memoria, el lenguaje, la percepción, el juicio o el razonamiento. Las causas suelen ser el envejecimiento, puesto que por lo general sucede a partir de los 60 años, convirtiéndose en uno de los factores de riesgo más importantes. Se trata de una enfermedad degenerativa, con lo cual, y desgraciadamente, irreversible. Por ello, las funciones o capacidades que se pierdan no se pueden volver a recuperar. Así, nos lo explicaron los médicos del centro.
Estaba claro que a nuestro padre ya no lo podíamos dejar sin atención médica especializada. Pues, los síntomas que presentaba correspondían exactamente a los inicios de la demencia senil. Su comportamiento emocional y personalidad habían cambiado mucho últimamente, se le veía triste y perdido y le costaba realizar varias tareas al mismo tiempo o tomar decisiones. Era urgente ingresarlo antes de verle perder por completo la totalidad de sus habilidades sociales y que llegara a sufrir alucinaciones, delirios y depresión o que –incluso– no nos reconociera tarde o temprano. El centro residencial Benviure, con su grupo de profesionales multidisciplinares, sus instalaciones y avances tecnológicos era lo mejor para nuestro padre. Con casi una década trabajando en la lucha contra la demencia senil en Barcelona se ha transformado en un referente en la región. Asimismo, aunque el deterioro propio a la enfermedad sea inevitable se puede, sin embargo, con un adecuado tratamiento clínico-terapéutico frenar el avance de la enfermedad. Por todas esas razones, y aunque nos doliera, tomamos la decisión de ingresar a nuestro padre en dicho centro. De ello, hace unos meses y no nos arrepentimos en absoluto de haberlo hecho. Se le ve más alerta y muy bien cuidado y ello nos tranquiliza.