Desgraciadamente, en España la edad media de la población es cada día más alta. La pirámide de población en nuestro país ha dejado de tener esta estructura, y está adoptando exactamente la postura contraria: la de una pirámide invertida. El envejecimiento es evidente y va camino de estar todavía más agravado, puesto que la generación del ‘baby boom’, nacida durante la década de 1960, ya pasa del medio siglo.
Según datos del año 2015, de los cuales se hace eco el diario La Vanguardia en este artículo, España es el décimo país del mundo en media de edad de la población (43’2 años), superado por países como Japón o Alemania. Pero los datos van más allá, y revelan que el nuestro será en el año 2030 el cuarto país en el mismo ranking, con una media de edad de en torno a los 50’1 años.
Tengo 45 años y el pasado invierno comencé a ver cómo mis padres comenzaban a tener serios problemas para continuar viviendo en la que había sido su casa durante décadas y décadas. Las enfermedades no les están siendo esquivas, ambos tienen problemas de movilidad y es conveniente que alguien esté pendiente de ellos durante las 24 horas del día. A sus más de 80 años creo que es lo que necesitaban y la manera más segura de evitar que les pasara cualquier cosa.
Por ello mis hermanos y yo empezamos a pensar seriamente en trasladarlos a una residencia. En nuestro país son cada vez más las entidades de este tipo que abren sus puertas para dar cobijo a las personas ancianas, pero eso no quiere decir que todas garanticen un trato personalizado, eficaz y gracias al cual dichas personas puedan ser felices. No. Para mis padres tendría que encontrar la mejor residencia posible, en la que pudieran pasar con los mejores cuidados sus últimos años de vida.
Por eso entre todos empezamos a ver cuáles eran las mejores residencias de la Comunidad de Madrid. Y después de haber recopilado bastante información acerca de muchas de ellas tomamos la decisión de confiar en www.sanvital.es, el lugar que más nos gustó para nuestros padres a causa de la profesionalidad y la experiencia de su equipo humano y también por las amplias zonas verdes de las que disponía.
Cuando trasladamos allí a mis padres se mostraron encantados con el entorno en el que estaban apunto de involucrarse. Personalmente, pensaba que quizá a ellos les haría falta un poco tiempo para amoldarse a una nueva situación y a un nuevo modelo de vida. Sin embargo, tenía la absoluta certeza de que en aquel sitio iban a ser felices el uno junto al otro.
Una vida de primer nivel
Han pasado unos cuantos meses desde que están viviendo allí y la verdad es que ni ellos como principales interesados ni nosotros como sus familiares tenemos ninguna queja acerca del servicio que les están prestando. Mis padres nos manifiestan con asiduidad que se encuentran cómodos, que los paseos que cada mañana pueden efectuar por los jardines son un soplo de vida y que no hay momento en el que no se atendidos por los trabajadores de la residencia, que por cierto son muy sociables y divertidos.
Además, tanto mi madre como mi padre han conseguido socializarse y hacer un buen puñado de amigos gracias a las diferentes actividades que se organizan en el edificio: partidas de cartas y otros juegos de mesa, gimnasia, juegos de memoria… Todos estos pequeños detalles son las piezas de un puzzle llamado ganas de vivir. Y en los últimos meses vengo observando que mis padres tienen siempre en la mente ese puzzle. Les veo felices y eso nos hace felices tanto a sus hijos como a sus nietos. Y la verdad es que eso para nosotros tiene todo el valor del mundo.