A todos nos gusta ser turistas, o al menos a la gran mayoría, más que nada porque eso significa que estamos de vacaciones y descubriendo una ciudad nueva a nuestros ojos, lo que pasa es que en muchos casos, cuando no estamos acostumbrados esa ciudad, empiezan las quejas, los “esto no me gusta” y los “en mi país es mucho mejor” y yo no sé vosotros pero a mí escuchar hablar así a los extranjeros o a los que practican el turismo nacional me pone muy nerviosa. Es como para decirles algo tipo a “sino te gusta, te vas”, y punto pelota.
Por ejemplo, llegan los Madrileños a Alicante y les escuchas hablar de la mala combinación de transporte público, de que no hay metro y de que hace demasiado calor. Llegan los noruegos a Sevilla y si sabes un poco de inglés puedes oír cómo se quejan de la comida “tapeo” y de la falta de higiene en ciertas zonas. Llegan los ingleses a Altea o Benidorm y como no les gusta lo que ven fundan sus propias localidades donde el 90% de la población es extranjera, como ocurre con algunas zonas de Mallorca o Calpe con los alemanes.
A mí me enseñaron, desde bien pequeñita, que cuando se va a un sitio que se sale de tu contexto habitual (ya sea la casa de un vecino, una ciudad nueva o un país vecino) hay que amoldarse a sus costumbres y ser una más, pero debe ser que ese tipo de educación no la recibe todo el mundo.
Mi experiencia
Yo, por trabajo, resido en Barcelona, una ciudad que tiene turismo todo el año. Obviamente no es Roma o París pero para el caso es lo mismo porque estés en el mes en el que estés y vayas por donde vayas siempre te encontrarás a turistas nacionales y extranjeros paseando por las calles de la ciudad condal. Los españoles, por regla general, sabemos dónde nos metemos (aunque siempre hay algún idiota que se pasa de listo y charlatán y la lía parda), pero los extranjeros parece que no tienen muy claro que en la costa mediterránea el sol es una constante y se quejan de que hace mucho calor, de que el sol no da tregua, de que no se pueden sentar en una terraza a tomarse una cerveza sin achicharrarse… ¿Pues sabéis qué? Si queréis tomar algo en una terraza y estar a la fresca venid en marzo o probad con Noruega.
En los locales comerciales de mi edificio hay un restaurante de tapas que visito con asiduidad. Está todo buenísimo y es muy económico. Este mismo verano, en junio creo que fue, cambiaron todos los toldos de la terraza y pusieron unos preciosos parasoles móviles con separadores de Toldos Clot. Hicieron una inversión importante pero teniendo en cuenta el turismo que estaban atrayendo estos últimos años merecía la pena.
Estando yo sentada con unos amigos tomando unas cañas y algo de picar, se sentaron unos ingleses en una mesa cercana. Esto ocurrió en agosto y obviamente el calor era sofocante. No paraban de quejarse del calor de España, de que el sol era demasiado, de que no les apetecía ir ni a la playa de lo fuerte que estaba el “señor Lorenzo” y de mil tonterías más, pero la gota que colmó el vaso fue cuando la señora se quejó al camarero porque un rayo de luz solar le daba a su hijo en el brazo…. ¡Pero vamos a ver Santa Señora! Si no quiere que le dé el sol al niño entren dentro de la local, que tienen una zona aclimatada estupenda con aire acondicionado, o quédense en Inglaterra, donde seguro que el sol no es tan fuerte, pero no vengan a quejarse de que un rayo de sol le da a su hijo en una terraza en pleno centro de Barcelona! Y el pobre camarero moviendo los parasoles para agradar a la señora y ella quejándose de que en lugar de eso deberían haber puesto toldos… Si no hubiera sido porque mis amigos me contuvieron la habría ahogado ahí mismo.
Y con esto como con todo. Si viajas, ADÁPTATE, si te trasladas a otro país, ADÁPTATE, y como dice el refranero español “Donde fueres, haz lo que vieres”.